Por una ventana se escucha el ruido de la vida. Una canción que sube por el patio de luces, un reactor que rasga el cielo, el sonido de las fritangas, las escalas del aprendiz a pianista, batalla verbal de la pareja de ancianos que ya no se quieren demasiado, el disco rayado que nadie escucha, los despertadores que suenan para nadie menos para el que no quiere despertarse. Todo eso llega por la persianas, sino un cable y una antena. La radio e esa ventana oir la que entran los sonidos del mund para quedarse y habitar entre nosotros.
La radio tiene una superioridad mágica sobre el resto de los medios de comunicación. Hay quien puede sospechar en cualquier momento que en la prensa escrita dice la verdad, que la entrevista publicada está maquillada, que la jerarquía de las noticias viene influida por los titulares valorativos del Conseji de Administración. La televisión, ese medio que habia de ser el espejo impacable de la sociedad ah demostrado su capacidad de mentir: el cormorán de la Guerra de Golfo venía de Alaska, la sonrida del diringente era falsa, el cuerpo destrozado de na suicida era en realidad un crimen de guerra. Todo eso hemos visto por televisión y más vale no volver a verlo.
En cambio la radio tiene una enexplicable virtud. Pudiendo simular los efecto especiales sonoros, el oyente siempre sabe - y los profesionales también sabemos que lo sabe- que el periodisra radiofónico esta exactamente allí donde debe estar. Y que las entrevistas no pueden maquillarse. Y que la vida es más auténtica cuando imaginamos. Sólo por eso es un verdadero privilegio sentir ese vínculo entr una multitud invisible y los que estamos frente al micrófono. Es cuando nos oímos que vemos la claridad y los matices.
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